La tierra gira alrededor del Sol en 365 días.
El anterior enunciado no es del todo cierto, nuestro planeta realiza tal movimiento en 365 días, 6 horas, 9 minutos y 9.7676 segundos. Dicho excedente de tiempo es importante en cuanto se trate de elaborar un calendario eterno y perfecto, tomando en cuenta que la perfección en la naturaleza es una simple pretensión humana.
Algunos calendarios (como el nuestro) han sido elaborados siguiendo la posición del Sol, estos siempre se han encontrado con un problemático desfase que lo vuelve obsoleto cada cierto tiempo, este desfase es el resultado de la órbita terrestre, la cual –como señalamos anteriormente- no es ni por cerca una cantidad entera, las fracciones se van acumulando durante el tiempo, hasta que llega un momento en donde el calendario prácticamente se vuelve obsoleto.
En los tiempos de la Roma antigua, el emperador Cayo Julio Cesar Augusto reformó el antiguo calendario romano, que seguía las posiciones de la Luna, y lo cambió por uno que siguiera las posiciones del Sol; dicho calendario fue bautizado bajo el nombre de su mentor: calendario Juliano. Tristemente dicho calendario contenía un error, se desfasaba un día cada 128 años. A pesar que los romanos ya sabían del desfase anual de 6 horas y 9 minutos, trataron de incorporar una solución agregándole un día extra al mes de febrero. En ese tiempo, febrero tenía 25 días, cada cuatro años le agregarían un día número 26, por ello el nombre del año bisiesto, que viene de “Dies bis sextus calendas martias” nombre que ha sobrevivido hasta nuestros días.
La compensación romana dejó de lado algunas restricciones matemáticas que terminaron afectando al calendario, así que para 1580 los meses no correspondían con las estaciones, y el papa Gregorio XIII se topó con ese problema cuando trató de oficializar algunas festividades cristianas y notó que la pascua se había desfasado del calendario por varios días.
Fue así que contrató a Luigi Ghiraldi y Christopher Clavius, dos académicos de renombre, quienes luego de un estudio meticuloso, recomendaron al papa una solución basada en una ingeniosa trampa matemática, que consistía en lo siguiente:
1- Todos los años divisibles entre 4 serán bisiestos
2- Todos los años exactamente divisibles entre 100 NO serán bisiestos
3- Todos los años exactamente divisibles entre 400 SI serán bisiestos
Pero ahí no acabó la corrección, se sugirió que por decreto, para regresar a la “normalidad” el papa decretara borrar de la historia diez días de una vez, fue así que el 4 de octubre de 1582 fue seguido por el 15 de octubre de 1582.
Desde entonces hemos seguido corrigiendo cada cuatro años, el método de Ghiraldi y Clavius no es del todo infalible, todavía hay un problema de 0,0003 días que sobran cada año. Ese sobrante más el freno gravitacional natural que la tierra sufre producto de la luna y el sol, posiblemente dentro de 3,500 años, si seguimos usando este calendario, tendremos que sumar un día extra y compensar el desfase.
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