domingo, 20 de abril de 2008

Cuando los oficinistas ven a Saturno

Imagine una vida pegada a una computadora, de ocho de la mañana a cinco y treinta de la tarde, con una hora de almuerzo. Todo el día enfrascado en problemas de oficina, que no hay grapas, que hay que enviar el reporte semanal, que tal cosa, que lo otro, que la base de datos, una vida que irá pasando hora a hora, mes a mes, día a día, años a años, sin otro interés que el buen funcionamiento de la empresa -para que sea rentable - sobre todas las cosas.
Pero un dia de tantos, al final de un viernes, luego de una semana de labores (que seguirá a otra semana exactamente igual a la anterior) alguien instala un telescopio en la azotea del edificio, y lo apunta a Saturno, por unos segundos cada ojo de cada ofinista que se pega al ocular del telescopio se llena de una esperanza que deborda más allá de las cuatro paredes del edificio, por unos segundos la gente entiende que hay otras realidades, algunas tan exóticas que parecen de cuento.
El lunes vuelven a lo mismo.

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