martes, 18 de enero de 2011

La aventura apenas comienza

En el tango Volver, Carlos Gardel decía “Veinte años no es nada”, sucede que veinte se dice fácil, aunque si lo pensamos, es toda una vida.
Hoy, hace dos décadas se fundó la Asociación Salvadoreña de Astronomía, organización de la cual me enorgullezco en pertenecer,  me hice miembro pocas semanas después de la fundación, cuando el incipiente grupo de observadores realizaba una serie de conferencias en el desaparecido Auditórium de CAESS.
Entonces yo era un curioso adolescente y la totalidad de los socios doblaban o triplicaban mi edad, a pesar de ello el ambiente siempre fue jocoso, y me acoplé tan bien en el grupo, que todos estos “señores grandes” han terminado siendo grandes amigos; y tengo que aceptarlo, han sido figuras paternales en la formación de mi persona.

Para cuando se fundó ASTRO ya tenía algunos años interesado en las estrellas; un amigo de mi familia, el Dr. Roberto Cuellar me había regalado un telescopio (un TASCO 4,5” que aun conservo), el día que lo fui a traer a su clínica, me lo dio sin la montura, tenía que esperar a que lo buscara en su casa de campo para poder completar el equipo.

Como se imaginan, no pude esperar ni un tan solo día la famosa montura para observar, esa misma tarde, como pude sosteniendo el telescopio con una mano y sentado en el automóvil de mi madre, observé a un brillante lucero que adornaba la tarde; era Júpiter, pero no tenía forma de saberlo, en una época pre-internet conseguir la simple posición planetaria era imposible, tampoco poseía software astronómico que me ploteara la bóveda celeste; para ser sincero, vivía en la edad media.
Con dificultad puse mi ojo en el ocular, y por un momento alcance a observar al planeta antes de perderlo por el movimiento de mis manos, recuerdo el impacto de ver el enorme mundo gaseoso, con sus cuatro lunas jovianas en órbita, quería gritarle a todo el mundo lo que había visto, desde entonces me capturó con más fuerza el cielo, y la noche siguiente estuve puntual esperando el atardecer.

Desde entonces espero con ansias las noches despejadas y sin luna.

He sido testigo de eclipses solares y lunares, asteroides que eclipsan estrellas lejanas, he visto quásares, estrellas novas eruptivas, todos los planetas del sistema solar, eclipses lunares en otros planetas, me he quedado pasmado ante la belleza de los cúmulos globulares, he visto nebulosas planetarias en forma de anillos o burbujas, colas cometarias que cortan la mitad del cielo, he visto planetas que transitan frente al sol, explosiones de plasma solares, miles de meteoritos entrando a nuestra atmosfera, he descubierto templos mesoamericanos orientados a puntos astronómicos descifrando códigos secretos que han estado olvidados por diez siglos, he visto como las galaxias colisionan unas con otras, como los restos de estrellas que han muerto desparraman todo su interior en el espacio dejando dentro una estrella de neutrones  rotando 30 veces por segundo, en mis ojos han llegado fotones que han viajado por dos mil doscientos millones de años atravesando todo el universo, tan solo para que los vea, para darle sentido al universo….
Es cierto, veinte años no es nada,  la aventura apenas comienza.

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