La luna, conocida en la antiguedad bajo el nombre de Coyolxauhqui, es representada como un enorme monolito de roca que actualmente se encuentra en el museo del Templo Mayor, ubicado al costado norte del Zócalo de la ciudad de México. El año pasado escribí algunas líneas sobre ella, (ver aqui artículo). Ahora que visito México siempre es impactante verla, ha sido colocada por los curadores del museo de tal forma que los visitantes se asombran al verla desde uno de los pisos superiores del museo.
Es uno de los monolitos más imponentes que existen, es enorme, misteriosa y logra mezclar la etnoastronomía con la arqueoastronomía de una vez por todas. Si de impactar a los ojos se trata, la luna mexica supera con creces a la victoria de Samotracia que aunque la majestuosa obra griega es tiene un precioso e hiperreal trabajo en piedra -marmol-, Coyolxauhqui tiene una fuerza que es dificil expresar.
Me inclino desde el tercer piso del museo, veo en el fondo a la luna, con mi cámara trato de obtener la mejor imágen que pueda dar mi camara de 10 megapixeles, pero aunque logro la fotografía, la sensación de estar frente a la traicionera hija de Coatlicue se me desborda, nadie lo nota, pero entre mis ojos casi estallan las lágrimas de la emoción.
A la salida del museo se encuentra una reproducción de Coyolxauhqui, con los colores que supuestamente el monolito tenía, gracias a la porosidad de la piedra se logró obtener los colores antiguos, descubriendo que los antiguos mexicas usaron el rojo, ocre, azul, blanco y negro para pintar a la diosa lunar.
La tonalidad que los arqueologos han presentado Coyolxauhqui es relativa, el tono de los colores es apenas una aproximación.
Es uno de los monolitos más imponentes que existen, es enorme, misteriosa y logra mezclar la etnoastronomía con la arqueoastronomía de una vez por todas. Si de impactar a los ojos se trata, la luna mexica supera con creces a la victoria de Samotracia que aunque la majestuosa obra griega es tiene un precioso e hiperreal trabajo en piedra -marmol-, Coyolxauhqui tiene una fuerza que es dificil expresar.
Me inclino desde el tercer piso del museo, veo en el fondo a la luna, con mi cámara trato de obtener la mejor imágen que pueda dar mi camara de 10 megapixeles, pero aunque logro la fotografía, la sensación de estar frente a la traicionera hija de Coatlicue se me desborda, nadie lo nota, pero entre mis ojos casi estallan las lágrimas de la emoción.
A la salida del museo se encuentra una reproducción de Coyolxauhqui, con los colores que supuestamente el monolito tenía, gracias a la porosidad de la piedra se logró obtener los colores antiguos, descubriendo que los antiguos mexicas usaron el rojo, ocre, azul, blanco y negro para pintar a la diosa lunar.
La tonalidad que los arqueologos han presentado Coyolxauhqui es relativa, el tono de los colores es apenas una aproximación.
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